domingo, 13 de mayo de 2007

Cuarenta y uno

No sé qué más inventarte. No se que decirte que no hayas oído o leído en un libro de Fedor, o vivido. Lo cierto es que estoy enfermo, me duele la nariz, estoy empapado, me lloran los ojos, camino por la casa que se derrumba de mugre y desorden, siempre fui así, no es tu culpa.
Así que no vayas a creer que esto es un reproche, hace un par de años yo me hubiera quejado y me hubiera lamentado por tu ausencia, y hubiera arrojado mi juicio sobre vos, pero ya no más. Esto que pasa me supera y sin embargo, puedo soportarlo tranquilamente, no has hecho nada que yo no hubiera hecho en tu lugar.
Creernos una especie superior es un error, estamos tan limitados y subyugados por el instinto, como cualquier otra especie animal, los sentimientos de nobleza y caridad y compasión, nos han sido impuestos por un sistema meramente cultural y social, y sobre todo religioso; el de las buenas costumbres, y toda esa vieja historia de amar al prójimo como a uno mismo, cuando en realidad lo que uno siente por sí mismo en la mayoría de los casos es un desprecio absoluto, una culpa perenne por no ser bueno, siglos y siglos de amenazas de castigos infernales se nos incrustaron en los genes, y el respeto o el miedo a las sanciones de un dios inexistente nos ha llevado a pretender, incluso ante nosotros mismos, que la naturaleza de nuestro ser es bondadosa, y en consecuencia, la culpa nos embarga cuando descubrimos el grado de perversión de nuestras almas, y que en realidad no nos incumbe demasiado si el otro sufre, sólo nos interesa haber hecho daño por una cuestión de índole casi religiosa, diría yo, porque nos enseñaron la arbitrariedad del altruismo como una virtud suprema, cuando en verdad para la naturaleza, las nociones de bueno o malo carecen de valor. Con esto no quiero restarle importancia a la magnanimidad del filántropo, salvo que para nosotros, los hombres del montón, no hubo peor invento que el pecado. En este mundo todo es; sin remedio, sin cura, sin enfermedad.
De manera que no te detesto, o al menos no de la forma que imaginás. No me creo tan importante, muy a pesar de ésta egolatría de filósofo que parece caracterizarme. Aunque podría suponerse que me considero demasiado trascendental para sufrir por cuestiones humanas, y de cierta manera es así, pero es sólo la convicción absoluta de mi insignificancia lo que me lleva a elevarme por encima de lo meramente emocional; asumir que uno es demasiado importante es el primer paso hacia la miseria, convencerse de la nimiedad del ser emocional y material es dar un paso al costado; ya ves que no pretendo hacer de mis palabras una doctrina, de todo lo que me intriga de este mundo, es mi propio ser lo que más me atañe, y así debería darse, siempre.
Y vos, amor, sos sólo un puente hacia mi abismo.

4 comentarios:

Crispín dijo...

Muy buena, tu veta ensayística.
Detrás de la cara de tomate asesino se encubre un rostro con forma de ají colorado y nariz de zanahoria. Y su cerebro desprende un tufo a coliflor, y tiene el tamaño de una cebollita.
Gracias por pasarte, yo también suelo pegarme una vuelta por este blog.

Crispín dijo...
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Milosh Saracino dijo...

No se como fue pero lei esto escuchando la sonata n° 7.. Lo que puedo decir es que siempre me llegan bien adentro tus palabras, sos lo mas!

Diego M dijo...

¿Que decir de la Srita Gala? este texto es terriblemente profundo y terriblemente ensayístico, pero no me extraña viniendo de vos.
Excelente Marian, nos seguimos leyendo!