A Daniel;
Bendigo el instante que me encuentra lúcida.
No hace tiempo yo te hubiese culpado
del vacío que vive en mí desde siempre.
Como si la obstinación
trascendiera los límites
de un amor ahogado en voluptuosidad.
Como si tu ausencia
no viniera a anunciarme
el ocaso de esta enajenación del alma.
Sin quererlo me enseñaste
cuánto hay de servil y absurdo en la dependencia,
que la libertad es un reino solitario
donde la promesa no es,
sino ruina grotesca de la pasión de los hombres.
¿Presentirás mi lamento, amor
cuando me haya ido?
Puesto que me largo a tiempo,
hallaré nostalgia y gozo
cuando visite tu olvido.
Y a esta hora benigna,
encuentro necesario y justo
todo lo que de vos me aleja.
Soy testigo de la eternidad, ¿me creés?
Hay grandeza en todo
lo que al alma atañe
quien no quiera verlo, está perdido
y condenado a la tristeza de la levedad.
¿Qué más da si soy o no, poeta?
¿Qué más da si me invento
un destino heróico, una mueca?
"No hay más en la vida que esto"
dice el espíritu de la pequeñez,
y observa telarañas,
y muerte y aburrimiento
y desolación.
Pero mi ansia de grandeza
escupe en toda pequeñez,
en toda limitación impotente
de la esperanza de los hombres.
Así pues, adiós
mi amor dulce, adiós.
El barco de mi locura zarpa ya,
no me agites un pañuelo blanco
desde el puerto,
no quieras llorar
que aun soy débil mujer
y no quisiera,
sucumbir al deseo tortuoso
y narcotizante,
de hundirme en tu amor
hasta que la muerte me halle.
Dios es mi único juez.
Bendigo el instante que me encuentra lúcida.
No hace tiempo yo te hubiese culpado
del vacío que vive en mí desde siempre.
Como si la obstinación
trascendiera los límites
de un amor ahogado en voluptuosidad.
Como si tu ausencia
no viniera a anunciarme
el ocaso de esta enajenación del alma.
Sin quererlo me enseñaste
cuánto hay de servil y absurdo en la dependencia,
que la libertad es un reino solitario
donde la promesa no es,
sino ruina grotesca de la pasión de los hombres.
¿Presentirás mi lamento, amor
cuando me haya ido?
Puesto que me largo a tiempo,
hallaré nostalgia y gozo
cuando visite tu olvido.
Y a esta hora benigna,
encuentro necesario y justo
todo lo que de vos me aleja.
Soy testigo de la eternidad, ¿me creés?
Hay grandeza en todo
lo que al alma atañe
quien no quiera verlo, está perdido
y condenado a la tristeza de la levedad.
¿Qué más da si soy o no, poeta?
¿Qué más da si me invento
un destino heróico, una mueca?
"No hay más en la vida que esto"
dice el espíritu de la pequeñez,
y observa telarañas,
y muerte y aburrimiento
y desolación.
Pero mi ansia de grandeza
escupe en toda pequeñez,
en toda limitación impotente
de la esperanza de los hombres.
Así pues, adiós
mi amor dulce, adiós.
El barco de mi locura zarpa ya,
no me agites un pañuelo blanco
desde el puerto,
no quieras llorar
que aun soy débil mujer
y no quisiera,
sucumbir al deseo tortuoso
y narcotizante,
de hundirme en tu amor
hasta que la muerte me halle.
3 comentarios:
hay en tí un poder muy grande, mi querida Marian. Te quiero mucho.
Ojalá la lucidez se propague como partículas de algún virus; que rebalsen momentos como esos y las compuertas no sirvan para sosternelos
gala... que decirte que realmente no sobre? el poema es vibrante, excelente, pielgallineante... otra vez gracias... no me cansare de repetirlo
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