La condena es un despojo perpetuo,
que mis letras no alcancen
para saciar mi sed de eventos,
de tormentos y de incertidumbres.
Que no hay para mi un Porvenir
que me apure o me redima
pues las cadenas son siempre
las mismas y yo me persigo
como un perro a su cola,
así, tan estupidamente.
Sin un fin del que huir.
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