martes, 23 de octubre de 2007

50

Se sentía poderoso. La adrenalina se expandía por su cuerpo y pitaba, ansioso.

No había sucedido nada, sino que esta súbita predilección por la alegría lo invadía desde todos los ángulos, un deja-vù de algo que sin lugar a dudas iba a pasar. Bernardo sabía que no había nada de ordinario en esa sensación de expansión, ni era tampoco una maquinación de su cerebro, medio viejo y medio cansado. Se sentía como Raskólnikov justo antes de levantar el hacha por los aires, el Kairos, pensó y encendió maquinalmente otro cigarrillo.

Estaba fresco, pero Bernardo mantenía una ventana abierta para que el aire entrara. Hacía tres días que había empezado a llover y esa noche la tormenta ahuyentó de la calle a todos los hombres; no había una puta ni un mendigo o un punga en ningún lugar, adónde irían, y los truenos parecían anunciar el fin del mundo. Esporádicamente, Bernardo imaginaba que todo eso era una señal más.

¿Dónde andaría Natalia aquélla noche?

Pensaba que tentar la suerte significaba vivir una infinidad de vidas dentro de la misma, y para qué pensar tanto, pensaba indefectiblemente y así confirmaba la imposibilidad de salirse de sí, de expresarse o de ser fuera de su observación directa del mundo, cogito ergo sum, dijo y decidió abandonar el asunto, alzó la cabeza un poco e inspiro el aire frío que atravesaba la ventana.



Al cabo de que hubiese retumbado otro trueno en el cielo, Bernardo oyó a la distancia un sollozo. Se desperezó, al perecer, se había quedado dormido por un momento. Se levantó con intención de cerrar la ventana, y el lamento que había escuchado se hizo más fuerte. Se detuvo en silencio para oír de dónde provenía, puede ser mi imaginación, pensó, y palpó en la oscuridad para agarrar sus cigarrillos.

No había luz en ninguno de los edificios que Bernardo llegó a capturar con la vista, luego de asomarse por la ventana. La oscuridad era inmensa, cada tanto, un relámpago alumbraba toda esa desolación y los árboles se agitaban desechos en la tempestad e incluso podían verse espectros al parpadear, si uno era propenso a ciertas creencias.

Tal escena, más el llanto que parecía provenir de la cocina, lograban infundir un miedo que a Bernardo le resulto inverosímil, de manera que decidió averiguar de que se trataba todo eso.

Atravesó el living, alumbrado por la llama débil del encendedor, que cada tanto se apagaba para dejarlo inmerso en el vacío. El llanto se asemejaba al de un niño, era suave pero persistente y estaba ya cada vez más cerca de Bernardo, que logró divisar un bulto parecido a un hombre dibujado en la oscuridad.

El bulto se sacudía en pequeñas convulsiones que acompañaban rítmicamente sus accesos de llanto, cuando Bernardo estuvo muy cerca, logró ver que el hombre se sostenía la cabeza con las manos, y que no parecía haberse percatado de su presencia. Bernardo se hundió de pronto en una duda certera ¿Cómo había entrado ese hombre a su casa? Salió de su cavilación al ver que el hombre se daba vuelta a mostrar su rostro convulsionado…, ¡era Wilde!

Bernardo fue presa de un pánico absolutamente fundamentado por la certeza de estar viviendo un momento imposible en el espacio y el tiempo, ¡por fin me he vuelto loco! Se dijo, mientras Wilde le extendía un papel arrugado. Bernardo estiró la mano y se acercó el papel furtivamente a los ojos, purgó por leer lo que estaba escrito, presentía el despertar a otra vida en la que Wilde ya no estaría.

Mientras clavaba en el papel la mirada, sintió que era sustraído del lugar, como si se estuviera cayendo de sí, o dentro de sí, y ya no pudo seguir leyendo cuando un trueno lo despertó sacudiéndose en su silla.

La brisa fresca que venía de la ventana le humedecía el rostro, todo había sido un sueño.

3 comentarios:

Guantes De Lana dijo...

Muy Muy bueno, excelente diria, me encanto las descripciones y ademas el sueño, te felicito, que bien que escribis segui asi. Yo Voy a ver si paso el ultimo cuento que escribi al blog bajo el titulo de "el dia que el otro perdio su especie de alma"
Besos totales.

InfameMary dijo...

Qué te puedo decir que no carezca de magia?

Caetano Evon dijo...

Bernardo, Wilde y la tormenta!
me gustó mucho como empezó, con las dudas, confesiones y algo más.. y es verdad, adónde irían :P
yo todavía no soñé con wilde, pero ya vendrá